La figura del profesor dentro del aula, visto como mediador del proceso de aprendizaje, tiene que ser en primera instancia mediador del diálogo, de las formas y mecanismos bajo los cuales se establece la comunicación dentro del salón; es a partir de este proceso en que se negocian y reconstruyen la serie de símbolos que integran nuestro lenguaje y bagaje cultural; pero que al mismo tiempo, estos símbolos van siendo impregnados de nuevos sentidos y significados, que por una parte surgen de la sensibilidad y afectividad del propio sujeto, así como también de la interacción social en la que se encuentra inmerso.
Apoyados en esta idea, la práctica docente toma una dimensión social que trasciende cualquier espacio escolar, puesto que toda la subjetividad del profesor, así como su cultura se ponen en juego al momento de mediar entre los conocimientos, contenidos, intereses y sujetos que influyen en el acto educativo. Por eso Alsina (1q994) menciona: “la labor del profesorado es una de las tareas mas bellas del mundo porque exige inteligencia, humanidad y amor.”
Ante tal perspectiva y con la configuración social de nuestros tiempos, hay que repensar entonces en esa función del docente como mediador y su rol ante las nuevas formas de comunicación, como lo menciona Correa: “Hoy las comunicaciones invaden todas las esferas de la vida cotidiana del hombre. Pasamos de la tradición oral a la escrita y luego al uso de códigos tecnológicos, de modo que hoy día, la tarea educativa ante el predominio de los medios de comunicación, consiste en contribuir a la formación de perceptores críticos y creadores, capaces de asumir actitudes de reconfiguración, construcción y búsqueda del verdadero significado de las imágenes y símbolos en los que niños, jóvenes y adultos están inmersos, a fin de evitar que sean alienados y desubicados de la realidad. El surgimiento y el desarrollo de los medios de comunicación electrónica en el siglo XX han contribuido de forma muy significativa a la configuración de nuevas estructuras sociales y a la consiguiente reconfiguración de las formas en que los agentes sociales construyen su experiencia del mundo.”
Así pues, las formas de comunicación a las que se refiere Correa, van mas allá de las verbales, también considera importantes aquellas expresiones distintas del lenguaje oral y escrito como la gesticulación, la postura del cuerpo, las imágenes y colores que suelen ser utilizados; todo lo anterior se convierten en recursos extras que puede utilizar el docente en su mediación pedagógica, con el fin de brindar elementos que hagan mayormente significativo el proceso de aprendizaje. A este respecto Ferreiro hace una crítica a los docentes en cuanto a la adopción de las nuevas tecnologías dentro del aula, cuando menciona que: “El uso de un software educativo conceptualmente atrasado no va a acelerar el proceso de comprensión de la naturaleza de un sistema alfabético de escritura… los nuevos medios son inútiles si no insertamos en ellos nuevas ideas".
Es decir, la forma como conoce el docente, sus pensamientos, sus creencias en torno al saber específico y pedagógico, es reflejada mediante la tecnología que él escoja, de esta forma la mediación pedagógica esta fuertemente influenciada por la formación profesional, la cultura y la tradición escolar, que son elementos que configuran la identidad docente.
De esta forma habría que replantear lo que menciona Cysneiros, cuando afirmar que la tecnología no es neutra, puesto que tampoco lo es la selección que hace el docente de ella, así como las formas en que la utiliza y los efectos que de ello resulta. En tal caso se necesita como mínimo de garantía al momento de implementar una intervención pedagógica exitosa, que en el docente exista el compromiso por cambiar la manera de mediar el conocimiento y, por supuesto, cambie el modo de entregarlo a los estudiantes.